10.19.2013

Vida o muerte

"Esto no es vida", dices. Pero tampoco es muerte.

Horas sentadas a la mesa, frente a la ventana, sin poder salir o hacer lo que realmente quieres. Horas perdidas, horas vacías sin motivación alguna; y a contrarreloj. Estudias para llegar a conseguir un trabajo digno, trabajas para ganar un buen sueldo, dar de comer a tus hijos... Y mueres. Es estúpido. Toda la vida trabajando, siempre pensando en el maldito futuro sin poder disfrutar del presente; porque si te descuidas... Quedas eliminado.

"Ahora tienes que estudiar, ya tendrás tiempo para ti más adelante". Mentira. Es una sucia mentira y ni siquiera tienes otra opción más que confiar en ella. Semanas sin salir, sin poder tener unas horas para ti, ni para él, ni para nadie. Tu pluma lleva tanto tiempo sin usar que se ha quedado sin tinta. No tienes tiempo ni para llorar, así que lloras en sueños.

Y lo peor de todo es que esto no es.vida pero tampoco es muerte. Es odioso, injusto. No es nada. Es perder el único tiempo que tenemos como única opción para no perdernos en él. Respirar sin vivir. Morir respirando. Un limbo de angustia y desesperación, y sentirte en la cuerda floja sobre el acantilado, y que por muchos pasos que das sigues igual de lejos de la meta. Ni siquiera puedes permitirte pensar en ello. Tu obligación es no pensar en ti para poder pensar en ti. Ni siquiera tiene sentido.

Esto no es vida ni es muerte; pero, desde luego, te gustaría estarlo.

10.12.2013

Arrepentimientos

Para apreciar la vida, normalmente tenemos que conocer la muerte. Y cuando conoces la muerte empiezas a darte cuenta de lo importante que es dejar una buena huella en la vida de la gente que quieres. Porque, de repente, un día te despiertas y esa persona ya no está.

Y quizá sólo sea por culpa del dolor y de la pérdida, pero no puedes dejar de pensar en los momentos malos; en aquel día en el que gritaste, o cuando no quisiste dar un abrazo; aquella tarde en la que fuiste brusca o te enfadaste por una tontería y no quisiste hablar. Y no puedes dejar de llorar. Y te arrepientes. Porque esa persona se ha ido con todas las cicatrices que tú infringiste, muchas veces de forma voluntaria. Hagas lo que hagas, no puedes cambiar los hechos, no puedes deshacer esas heridas, y por consiguiente esa persona, a la que a pesar de haber hecho daño has querido y querrás siempre con locura, se ha ido marcada por ti. Probablemente desde el cielo a ti te recuerde por los grandes momentos, por la ternura y por las satisfacciones, pero en la dura tierra tú sólo puedes pensar en que podrías haberlo hecho de otra manera.

Podrías haber escondido ese par de lágrimas, podrías no haber gritado, podrías no haber herido, podrías haber luchado. Y elegiste no hacerlo. Siempre podría haber sido diferente. Y ya no.

El arrepentimiento te ataca en forma de dolor, un dolor que nubla todos tus sentidos y sólo te permite derramar lágrimas. Porque hiciste daño a la persona que más te ha querido jamás. Porque no puedes borrarlo. Porque, pase lo que pase, hagas lo que hagas... Nada borrará el pasado. Y ya sea mañana o dentro de diez años... Una persona a la que quieres se irá con las heridas que tú infringiste. Y tú lo sabrás.

Y ni siquiera llorando podrás cambiarlo. Jamás.

10.06.2013

El Callejón

La última luz del día se extingue y te quedas a oscuras en el callejón; la lluvia sigue arreciando suave pero continuamente, sin tregua, en esa sábana húmeda que cala tus huesos. La temperatura no deja de descender, el frío se apodera de ti. Estas a oscuras, perdida, fría, mojada. Sola.

Si tuvieras una pistola a mano, ahora mismo no dudarías en usarla, pero no la hay; no puedes darte el lujo de morir. De parar el sufrimiento, de dejar de sentir el frío. Tienes que quedarte aquí, a oscuras, acurrucada contra la fría e inerte pared del callejón cada vez más entumecida y sin posibilidad de entrar en calor. Algunos pensarían que el entumecimiento es bueno, que dejas de sentir, pero no es así; el frío corta tus músculos, tus tejidos, todas y cada una de tus células y tu alma. Te hace sentir débil con mucha intensidad, y la constante lluvia pesa sobre tu ropa, añadiendo otra carga a tu maltratado cuerpo.

De vez en cuando vislumbras el reflejo de los faros de algún coche contra la pared del callejón, pero su luz no dura lo suficiente ni tiene la potencia necesaria como para hacerte entrar en calor. No puedes dejar de llorar; no te duele nada, expresamente, pero las lágrimas luchan por recorrer tu rostro por la simple razón de que tienes frío. Y no puedes hacer que pare. Quieres gritar, pero la voz no te responde, quieres levantarte pero no puedes, quieres dejar de llorar, pero el frío no te lo permite. En el callejón, no puedes hacer nada. Esperar, quizá. Esperar a que, a falta de una pistola, puedas salir cuando el tiempo erosione los muros del callejón, o a ti; lo que ocurra primero. Habrás cumplido tu misión de vivir una vida completa, a pesar de vacía. Una vida larga, infeliz. El regalo de una vida entera, maldita.

Una vida fría y mojada en el callejón.